Les cuento que desde el domingo
una iguana de palo se ha apoderado de mi
patio. No le tenía tanto miedo hasta que
estaba recogiendo unos frutos de un árbol y no había visto que ella estaba en
una rama. De momento siento aquella cosa
tan pesada que brinca y casi me cae encima.
Ella corrió pero más corrí yo que por poco me dá un infarto y mi corazón
se aceleró tanto que me sirvió como ejercicio cardio. Nunca
había pasado un susto tan terrible. Aprecio
mucho a mis vecinos pero como quisiera que se fuera para sus patios ja,ja. Pobres iguanas tienen que vivir defendiendose
cada día porque no son aceptadas y aunque las encuentro hermosas le tengo
cierto temor. Que culpa tienen, fué el
ser humano que las sacó de su habitat y las obligó a vivir en un espacio
desconocido que no les pertenece y así violó sus derechos a vivir en su
ambiente y con su especie. Es como si a
nosotros nos llevaran a vivir a otro planeta. Tenemos que aprender a convivir con ellas y
aceptarlas aunque nos cueste un poco.
Verla en la cima de un árbol
protegiendose de mí y buscando alimento me hizo reflexionar sobre las personas que son rechazadas por su apariencia. Olvidamos que también ellos tienen sentimientos
y al rechazarlos estamos lastimando a esa persona. Muchas veces esas personas son tan valiosas
y tienen un alma tan hermosa que muchos
quisiéramos tener.
Aunque todavía no supero el temor
a las iguanas, sé que nunca le haría daño.
Ver un pajarito a su lado y no sentir temor me hizo sentir
valiente. Entendí que la iguana estaba
tan temerosa como yo.
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